El Real Zaragoza caminaba entre tinieblas en las últimas jornadas. Incluso, había caído en Copa del Rey ante un rival de inferior categoría. 7 encuentros sin conocer la victoria, con 4 derrotas y, especialmente, la sensación de que el conjunto maño se había convertido en un equipo sin alma, sin ideas y, en definitiva, a la deriva.

La derrota en el derbi aragonés en La Romareda ante la SD Huesca lo ha precipitado todo. Ya en las últimas semanas venían sonando cantos de sirena que llevaban al pensamiento de que el técnico no iba a comerse los turrones siendo aún oficialmente entrenador de los blanquillos. Y así ha sido. El club ha hecho oficial finalmente la destitución de su hasta ahora técnico y, ahora, toca rearmarse y encaminarse a recuperar la senda de la victoria y del optimismo que sí se había instalado en La Romareda en las primeras jornadas.

Ahora es tiempo de elegir, de escoger, y de hacerlo bien porque del acierto en esta decisión probablemente dependa el futuro inmediato de un club que lleva años queriendo recuperar el espacio perdido en la élite, pero que arrastra tras de sí una alargada sombra de decepciones.