Ryan Edwards, el idioma del fútbol en su máxima expresión

Jon, Aitor, Mikel o Asier. José Luis, Manuel o Javier. La lista de nombres que se le pasa por la cabeza a una pareja común en el País Vasco al intentar dar con el mejor nombre para su hijo es extensa, pero no tanto como para llegar a Ryan Edwards. La vida ha cambiado mucho para el trotamundos australiano desde que aterrizó en la localidad de Amorebieta en busca de una nueva experiencia. Una de las diferencias más evidentes es su nombre que, si por las antípodas es lo más corriente del mundo, entre los límites establecidos por la Península es toda una rareza. Yo mismo sé lo que es que presentarme a alguien se convierta en el juego del teléfono, con tan solo un canal de por medio. O que mi nombre aparezca en documentos escritos de maneras tan diversas que jamás podría llegar a imaginar. Una auténtica molestia hasta que, una vez, alguien me dijo que un nombre extraño es un nombre que se recuerda con facilidad. Me di cuenta, en ese momento, que después de todo tampoco está tan mal ser original. A Ryan Edwards difícilmente lo olvidarán en Amorebieta. Ya no solo por su nombre tan particular sino, además, por actuaciones como la que dejó el pasado sábado ante el Mirandés. Actuaciones que, en un futuro no tan lejano, volverán a la mente por su trascendencia. Y que en el presente, de momento, ya le ha valido para hacerse con el MVP de la semana en LaLiga Hypermotion.
La rápida aclimatación de un trotamundos incansable
Nadie sabe como llegan, ni siquiera de dónde han venido, pero el capítulo de los fichajes ‘random’ se engrosa en cada mercado que pasa. Ryan Edwards, futbolista de la SD Amorebieta, fue uno de los casos más representativos cuando aterrizó en tierras vascas desde la lejana Asia Oriental hace poco más de medio año. Su llegada se vio torpedeada por barreras burocráticas, mientras que el obstáculo de un lenguaje totalmente desconocido también amenazó con complicar su presencia en Urritxe.
Con el paso de los meses, sin embargo, y un ascenso al fútbol profesional de por medio, Ryan Edwards cada vez encuentra más similitudes entre Vizcaya y las antípodas de su querida Australia. El proceso de aclimatación, que para muchos se vuelve una auténtica tortura, para él se ha tornado como algo realmente sencillo, o al menos lo parece. Demuestra un entendimiento cada vez más cercano con el resto de sus compañeros. El juego que despliega es el primer indicio y, quizás, también el más clarividente.
Escribir un punto y seguido
Cada vez demuestra que ese curioso mote que le pusieron sus compañeros en el Busan I’Park coreano, su última experiencia le viene como anillo al dedo. ‘El Kanté australiano’ le bautizaron como una forma cómica de elogio hacia su precisión en el pase y a su amplio rango de distancia recorrida… sobre el campo. Merece la pena hacer la aclaración, porque este trotamundos cuenta con muchos kilómetros recorridos a sus espaldas sobre el mapa de la Tierra. Singapur, Inglaterra, Escocia, Australia y Corea del Sur componen un currículum de lo más variopinto al que se ha añadido la pequeña localidad de Amorebieta, donde Edwards ha descubierto que ese cómico sobrenombre que le une al talentoso centrocampista francés, se ha visto ligeramente alterado con la entrada en escena de dos nuevas cualidades: el posicionamiento en el interior del área y el remate. Ryan Edwards, que suele operar en la posición de mediapunta, subió un escalón para posicionarse como delantero de área en el último encuentro de liga ante el CD Mirandés. Se escurrió entre los centrales para abrir el tarro de las esencias al marcar dos goles, en forma de dos chispazos, que sellaron la victoria del Amorebieta.
En los últimos metros no se le había dado tan bien como todo el trabajo que hace»
, expresó Haritz Mujika en la rueda de prensa posterior al encuentro para intentar aproximarse a la explicación de un hecho sencillamente inexplicable. Edwards, por el contrario, prefirió resumir su gran hazaña con un simple «¡Aúpa azules!». Muchos al leerlo pensaron por un momento como sonaría ese mismo mensaje arrojado directamente desde la boca de alguien que, aunque demuestra haber superado la lección elemental de los colores, no maneja del todo el idioma con suficiente holgura. Oírle no es necesario para saber que aún debe pasar muchas horas de estudio. Tampoco para entender que el idioma del fútbol, ese que entrelaza culturas tan solo a través del ruedo del balón, lo conoce a la perfección. Sin estructuras morfosintácticas enrevesadas ni una gramática demasiado compleja. Los puntos y las comas tampoco parecen una necesidad. Una sola pisada sobre el balón es suficiente para meter una pausa. Y ,dos goles, un punto y seguido para finalizar una jornada y afrontar el resto de una temporada que el Amorebieta afronta con la ilusión desbordada.
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