Real Valladolid, entre la adaptación y la confusión

Una vez consumado el descenso desde Primera División, el proceso natural que esperaba seguir el Real Valladolid en el año de su regreso a la categoría de plata pasaba únicamente por buscar la vuelta inmediata a la élite. La plantilla quedó algo tocada como consecuencia más directa de la caída al pozo, aunque consiguió mantener a piezas llamadas a asumir una función de liderazgo que, sumadas a las nuevas incorporaciones, conformarían un bloque aspirante a todo sobre la mesa. Un inicio de competición aciago, sin embargo, le ha llevado a retroceder varios pasos en sus altas aspiraciones hasta situarse, prácticamente, al borde del precipicio de un desastre absolutamente distópico. La confianza en Paulo Pezzolano, antes incuestionable, también roza ahora el límite ante las prisas desmesuradas de la entidad por escapar de unos puestos de descenso en los que no quiere pasar ni un minuto más. El ascenso es la única meta prioritaria concebible por un Real Valladolid que no quiere empequeñecerse para convertirse en David pese a que sabe que, en la Segunda División, Goliat pocas veces tuvo una opción. Prefiere reclamar su estamento en la parte alta de la tabla que le pertenecería por derecho, al ser un recién descendido desde Primera, antes que enfrentarse directamente al carácter revolucionario de una competición que no entiende de trasfondo histórico ni de calado institucional.
Rey del beneficio, vasallo en la tabla
Tampoco el dinero es un elemento realmente distintivo en la Segunda División, aunque eso no impide que la duda aflore entre la afición pucelana acerca del paradero del gran montante económico recaudado durante los meses de verano por el equipo con el balance más positivo de toda la Segunda División. Un éxito empresarial rotundo que se convierte en fiasco sin precedentes a la hora de darle una lectura deportiva que, al final, es lo que verdaderamente prima por encima de todo lo demás; lo que crea ese enlace tan vital con la afición que, ahora, ha empezado a resquebrajarse.
🎙️ RUEDA DE PRENSA@papapezzolano: “cambiaremos la racha”.https://t.co/yDfHPPZpku#RealValladolidElche
— Real Valladolid C.F. (@realvalladolid) September 10, 2023
Las numerosas carencias de una plantilla tan corta como descompensada han quedado totalmente al descubierto en este primer tramo de la temporada: la actuación del brasileño John Víctor en la portería aún no le ha permitido quitarse la etiqueta de ‘experimento fallido’, mientras que apuestas hechas a asegurar como Joni Montiel, De la Hoz, Víctor Meseguer, Raúl Moro o Boyomo, tampoco han dado de momento el resultado deseado por un mercado que podemos calificar como de lo más extraño, aunque también austero. “Todo el dinero está en el campo”, insistió el director deportivo Domingo Catoira con la intención de acallar unas protestas que, poco después, volvieron a estallar en sonoridad al término de un empate insuficiente ante el Elche en contra del entrenador Paulo Pezzolano y, sobre todo, de la propiedad liderada por Ronaldo Nazário.
En busca de un rumbo definido
El dueño del Real Valladolid ha estado en el centro de la diana desde hace tiempo. Sus decisiones, nunca exentas de polémica, han terminado revelando entre la afición la aparición de un polvorín que, coincidiendo actualmente con el momento tan delicado que atraviesa el club, tan solo parece haber localizado el detonante final. Decisiones como el controvertido cambio de escudo, o la predisposición mostrada para abordar la venta del club, que estuvo cerrada por 80 millones hasta que se derrumbó súbitamente tras confirmarse el descenso. La posibilidad podría ahora volver a recobrar fuerza mediante la irrupción inesperada en escena del consorcio mexicano MountainStar Sports Group (MSG) como nuevo postor. Ronaldo prometió hace tiempo que no pensará en un cambio de manos en la propiedad “hasta que no deje ese legado que quiero dejar”, pero la filosofía seguida en el mercado de verano destinada a maximizar el beneficio, sumada a la aparición del rumor acerca de una posible venta, emerge como el síntoma más inequívoco de que el Real Valladolid se encuentra sumido en un proceso de cambios.
Un tiempo de transición que se confirma sobre el verde ante la imposibilidad de sintonizar con la sinergia de una categoría en la que aún no ha sido capaz de encontrar su lugar. Un tiempo de transición que le sitúa en un punto intermedio entre la adaptación y la confusión para el que la vía de salida más inmediata apunta a un simple cambio en el banquillo. Pero para el que, verdaderamente, no se vislumbra un rumbo del todo definido, ni mucho menos un destino claro. Con Pezzolano o sin él.
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