Iván Calero, te echaba de menos

Hay veces en que lo más importante pasa desapercibido. En el fútbol moderno, en la vida moderna, los pequeños detalles comienzan a convertirse en reclamo popular y los grandes logros cada vez más quedan relegados a un plano secundario. Atrae más ver la entrevista de Ibai Llanos a Messi que al propio crack argentino hipnotizando a los sentidos sobre el verde. Sí, un auténtico disparate. Que me perdone Ibai, no es nada personal. Pero está pasando. Por eso, que un futbolista regrese al terreno de juego tras nueve meses de calvario también ocupa páginas interiores en los diarios. No trasciende, queda oculto e incluso la gran mayoría ni tan siquiera es consciente de ello. Pero aquí lo importante sigue siéndolo. Iván Calero regresó el pasado domingo, en El Toralín, a hacer aquello que seguramente más le guste: disfrutar del fútbol siendo protagonista de él. Ejerciendo su profesión, aquella que siempre soñó practicar. Volver a jugar. A sonreír.
Y es que, por suerte o por desgracia, todo está cambiando. Lejos queda lo convencional, atrás ese tiempo en que el aspecto sentimental primaba sobre todo lo demás. El escudo, defender una camiseta, dejarlo todo por unos colores. La tragedia absoluta e individual de cada derrota, la explosión de júbilo con cada gol, cada título, ascenso o permanencia alcanzada. La depresión inherente a un descenso de categoría o a la desaparición del club de tus amores. La lesión de uno de los tuyos. La alargada sombra de su baja, la añoranza de su juego, de su presencia habitual en el equipo sumando para una causa única, tu causa. Nuestra causa.
Resistencia al fútbol moderno
Nos resistimos a que todo aquello se desvanezca. No aceptamos el adiós al fútbol puro, a la esencia. Nos enamoramos del primer extremo que nos recuerda a los de antaño, atrevidos, descarados, empecinados. Aquellos que buscan siempre la línea de fondo y el centro medido buscando la cabeza del típico delantero tanque. Nos levanta del asiento ese central tosco pero expeditivo, impulsivo. El centrocampista con recorrido, ese que se encuentra tan cómodo cerrando cualquier vía de escape atrás como rompiendo líneas en fase ofensiva hasta cantar con emoción su gol o el de aquel compañero que ha cazado el rechace de su disparo tras una cansada carrera de fondo. No nos arrodillamos ante el fútbol moderno.
Y sin embargo, a su vez, añoramos aquello que ya casi se ha esfumado. No queremos resignarnos, aunque internamente apenas nos queda otra opción que resignarnos. Ya no queda casi nada de lo de antes. Y lo que hay, ha cambiado. Pero, ¿acaso no sigue siendo fútbol? Entre reflexión y reflexión nos vamos adaptando a esta nueva era, esta nueva forma de entender el fútbol que ya nos abraza prácticamente hasta absorbernos. Sí, no nos queda otra. Pero en el trasfondo siempre nos quedará el recuerdo de aquello que tanto nos ha dado. Que tanto nos da.
Te echaba de menos fútbol, te echaba de menos Iván
Y ese aroma que siempre continúa flotando en la atmósfera nos lleva de nuevo a esa pureza tan anhelada, tan necesaria. Iván Calero ha pasado por un calvario, por nueve meses separado de eso que nos vuelve locos a todos y a él particularmente. Una grave lesión de rodilla le apartó del foco, mandándole inexorablemente al ostracismo. Uno en el que pocos se acordaron de él. En el que seguramente conoció mejor a la soledad pero también a aquellos con los que merece la pena continuar haciendo camino. Los que importan, los de verdad. Se suele decir que lo que no mata te hace más fuerte y a buen seguro que por ese mar de sensaciones ha debido pasar él, Iván, mientras trabajaba en silencio, lejos del ruido, visualizando un momento que por fin llegó. Aunque no lo creas, se te echaba de menos Iván.
Y es que, pese a quien le pese, y cambie lo que cambie, el fútbol siempre será sentimiento. Sin él, nada de esto tendría sentido. Es lógica la evolución, la profesionalización, la mecanización, el estudio obstinado del juego y de las formas de mejorarlo hasta hacerlo casi una ciencia que pretende ser exacta. Sin embargo, ante todas estas transformaciones, tan sólo la pasión y la emoción hacen que todo siga vivo. Por eso, por toda esa vorágine inexplicable, a buen seguro que en algún momento tú, Iván, pensaste o dijiste esa frase. «Te echo de menos». Te echaba de menos, fútbol. Ya estás de vuelta y esa increíble sensación no se puede definir de forma exacta con palabras. Bendita locura.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.